domingo, 13 de enero de 2013

Una tarde de enero,aproximándose casi a las séis casi apoyándome en la ventana,pude ver caer el Sol. Era una tarde cualquiera, fría, medio soleada. Solo contemplaba el mundo de forma vacía pero alegre. Bajo los cristales, solo había gotas, gotas de agua,y no de lluvia precisamente, llamemoslo recuerdo. Un recuerdo que no me dejaba vivir, unas palpitaciones bastante aceleradas, unas ojeras casi paranormales, una puta sonrisa grabada en mi. Notaba que realmente había perdido todo, y aún así seguía perdida por el mundo, necesitaba    salir, desahogarme en la arena de la playa, beberme un par de botellas y por último sonreír. No pedía nada más que ganas para luchar y seguir, solo quería dejar de malvivir. Inclinándome junto a la almohada y escupiéndole un par de lágrimas por dentro y silenciosas, descubrí, que nadie iba a luchar por mi, que si yo no vivo,nadie lo haría por mi. Fue ahí cuando me dí cuenta, que la soledad es mi peor enemigo, pero a veces me hace reflexionar.

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